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Arquitectos: arcari cimini architettura
- Área: 400 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Beatriz Arcari
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Proveedores: Lamar Lavorazione Marmi
Descripción enviada por el equipo del proyecto. La ampliación del cementerio de Frisa es una oportunidad de repensar la relación entre los espacios sagrados y el ser humano. Es en estos lugares donde pensamos en los seres queridos que ya partieron, donde caminamos en silencio percibiendo los sonidos y sutiles aromas, y donde tenemos el espacio para reflexionar sobre nuestra propia vida y la vida de los que se fueron antes y los que pronto partirán. De esta forma, el proyecto pretende amplificar estas percepciones, creando espacios sobrios y minimalistas, abiertos al paisaje y al horizonte. El cementerio es, por excelencia, un recinto separado del mundo exterior. Una ciudad de los muertos que parece querer esconderse y ser olvidada.
La nueva ampliación se concibe como un lugar protegido pero, conceptual y perceptualmente, abierto al exterior, estableciendo una relación directa y contemplativa con los olivares y viñedos en la vertiente hacia el mar. El proyecto es un camino. Un camino físico, que conduce al visitante del espacio urbano y antrópico al panorama natural, pero al mismo tiempo sugiere un camino espiritual directamente ligado a la contemplación del paso de la existencia mortal a lo que nos espera después de la muerte.
El conjunto se basa en la creación de un paisaje artificial, un espacio arquitectónico formado por dos frentes paralelos y opuestos sobre un terreno llano, próximo a un profundo valle. En el primer edificio al oeste, se despliegan tabiques de ladrillo para proteger y dar sombra al pórtico del columbario. Estos tabiques se inclinan para ocultar las tumbas de la vista desde la calle, creando también un patio triangular con una fuente y estableciendo una tensión espacial con el segundo edificio, caracterizado por una planta lineal.
El segundo bloque, a su vez, presenta una tipología completamente diferente al primero, aunque ambos se caracterizan por el mismo tipo de revestimiento de ladrillo que hace referencia a las típicas rejas de los hórreos históricos locales. El espacio creado por las dos fachadas de ambos edificios se concibe como un jardín libremente colonizado por plantas locales, que refuerzan la percepción de un paisaje agrícola que atraviesa simbólicamente el proyecto. Se ha reubicado en el terreno un gran olivo preexistente. A diferencia del ciprés, el olivo no es una planta típica de cementerio, pero refuerza la relación entre el proyecto y su contexto, siendo un fiel compañero de las personas que han cultivado estos mismos cerros durante miles de años. El espacio abierto está suspendido sobre el paisaje.
Un sistema de escalones permite la creación de un punto panorámico y, al mismo tiempo, elimina la necesidad de un parapeto que limitaría la vista sobre el valle. El proyecto es, por tanto, abierto, respetando incluso las necesidades de protección y cierre al exterior, característicos de la tipología del cementerio. Es un lugar que culmina en una cruz blanca, que se destaca bajo el cielo azul y el verde de los viñedos. Este elemento "mide" la profundidad del espacio y establece un límite. Es un recordatorio de una cruz de metal preexistente que se perdió a principios del siglo pasado. La extensión del cementerio no es solo un lugar para dejar flores a los difuntos, sino un lugar para recordarlos y escuchar el silencio, contemplando la tierra donde vivieron, buscando el horizonte hacia lo infinito y lo trascendente.